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Por Matías FratiArgentina07 de Septiembre

De salud y falta de obediencia

Las clausuras en bares porteños es la muestra más cabal de que el argentino promedio sigue pensando que todo lo puede trasgredir. Sin importar lo que sea. Una rebeldía absurda y adolescente ante la evidencia de la muerte.

El problema de los bares no es sanitario sino cultural. El domingo 6 de septiembre, con la reapertura de los espacios gastronómicos en Buenos Aires, quedó a la vista que la dificultad mayor que tiene la sociedad argentina -por estas horas, y en todo momento- es la de aceptar la obediencia aun en momentos críticos.

Hubo que clausurar varios negocios (una docena, según se informó) que no estaban cumpliendo con el protocolo necesario para funcionar de manera extraordinaria en el contexto actual de pandemia. Porque incumplieron dejando entrar personas a consumir alcohol en el interior, que está prohibido, o porque no respetaron la capacidad máxima de clientes en las mesas ni el horario.

La culpa no solo es del comerciante. En esto hay dos vías: la del que permite el acceso o facilita el incumplimiento y la del que va a beber sabiendo que está por encima del límite que establece el espacio comercial. Es decir que, comerciante y cliente son responsables. Ya se terminó el tiempo de la falsa empatía donde los funcionarios decían “la gente cumple” o “el comercio no es responsable de los contagios”.

Por estas horas, cuando ya estamos cerca de los diez mil muertos por coronavirus en seis meses, es fundamental entender que mientras muchos disfrutaban de un ámbito de sociabilización restringido desde hace meses y liberado con muchos mecanismos de prevención, otros cumplían y se quedaban reservando ese momento para más adelante. Porque como está escrito en la Biblia, no todo lo que es lícito, conviene. Más vigencia, imposible.

 

Una rebeldía absurda y adolescente ante la evidencia de la muerte

 

La trasgresión es un típico problema argentino, que se repite en diferentes lugares y situaciones. Como en Mar del Plata, donde la semana pasada también se registraron clausuras en locales gastronómicos que no podían abrir y sin embargo lo hicieron, trasgrediendo lo dispuesto de manera oficial por el estado municipal. O en Santa Fe, que ocurrió lo mismo. Y también en Neuquén, una provincia fuertemente afectada donde algunos todavía creen que mostrarse tomando un trago en la nieve el cool.

La mayor dificultad de nuestro país no son las leyes, si estamos saturados de leyes. El problema es la falta de obediencia, el abonar la teoría del "si todos los hacen por qué yo no". Esto, que aplica en este momento crítico, se da en todos los órdenes de nuestra vida social. Y eso merece una mirada profunda e individual de qué tipo de sociedad queremos para vivir.

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