Por Matías FratiArgentina12 de Diciembre
Si se quebranta el espíritu
"Cuesta acostumbrarse a que, cuando estas en la calle, no tenés que pensar que te pueden dar un tiro en la cabeza".
La frase me impactó y pertenece a un amigo, Juan Ignacio, marplatense, que desde hace un año vive en Barcelona junto a su esposa. No pongo el apellido porque es parte de una charla privada y no le avisé que podía escribir sobre el tema. Porque ni siquiera lo tenía previsto. Pero lo traigo porque grafica de punta a punta dos cosas: lo mal que está la Argentina desde lo social, y lo mucho peor, aun, que percibimos esa situación los argentinos.
También compartió otra cosa que me dejó pensando: "acá no te vas a hacer millonario, pero se vive sin la presión que te genera el contexto que tenemos en la Argentina".
¿Cuál es el contexto? La inseguridad que describía antes; la inflación que no te permite -ni siquiera- hacer un presupuesto familiar mensual y cumplirlo ajustado a lo diseñado; la permanente burla de un sector de la clase política que se adueña de los símbolos, las fechas y tergiversa los hechos como se le antoja sin que del otro lado nadie diga ni A.
En la semana que termina, me contactaron de una agencia de medios para que entreviste a gente del Perú. La propuesta es contar la oferta exportable de su país pero, también, mostrar los más de veinte acuerdos internacionales que tienen. Quieren que los empresarios argentinos adviertan que produciendo allí pueden tener una ventaja competitiva para exportar al mundo. Y ganar dinero que no necesariamente quedará en Argentina.
Quiero aclarar, también, que la Argentina tiene más de 80 acuerdos comerciales. Pero exportar se vuelve, muchas veces, inconveniente. Básicamente porque el gobierno tarda en devolver el IVA, las ventas se concretan en dólares que tienen que ser liquidados a valor oficial pero, a veces, hay insumos o servicios que se pagan a valor del dólar real. Y también la necesidad de generar previsiones a futuro, que sí o sí tienen que ser en moneda dura. Todo eso, entre otras cosas, hace que se pierda competitividad.
La semana anterior, dialogando con gente de Paraguay, me decían "lastimosamente para ustedes pero afortunadamente para nosotros, la Argentina está pasando por un proceso en el que sus empresas y sus profesionales calificados empiezan a mirarnos como su lugar para vivir. Eso es muy importante para nosotros". Ya lo hemos explicado aquí mismo con el Agregado Comercial de Paraguay, Jhony Ojeda: los impuestos allí son muy bajos en comparación con los nuestros y el Estado otorga facilidades para quien quiera invertir.
Antes habían sido los uruguayos, que arrasaron con una buena cantidad de pymes y comerciantes. Lo contaba hace unas horas el embajador uruguayo en nuestro país, Carlos Enciso Christiansen, en una entrevista televisiva, donde explicaba que estaban dispuestos a recibir a los argentinos que quisieran desarrollarse en el paisito. Y si, que va.
Todo el mundo se da cuenta que lo que pasa en Argentina es una sangría lenta, dolorosa y desgarradora que no termina nunca de producirse y estira la agonía del cuerpo, que no es más que el país, su gente, el pueblo. Todo el mundo menos nuestra clase dirigente, cuya parte gobernante, baila en la cubierta del Titanic mientras el buque acelera contra el iceberg.
¡Hay tiempo para actuar!
Es urgente que se detenga este proceso de extranjerización de nuestro pueblo. Que los políticos encuentren puntos de acuerdo básicos para generar certidumbre de cara a futuro o que se vayan a sus casas. Que le dejen el lugar a otros dirigentes reconociéndose incompetentes de solucionar el problema. Siempre dentro del marco democrático e institucional. En el camino del consenso y el acuerdo con la representanción que la gente extiende a través de las urnas. Pero que den espacio a quienes tengan una visión de construcción de certezas, donde se pueda proyectar y crecer.
No estamos hablando de si se van del país los Arcor, los Techint o los Galperín con Mercado Libre. Ellos pueden ir y venir y van a tener siempre un lugar donde insertarse. Donde ubicar sus empresas e inversiones.
El problema es que nos vamos nosotros, los de a pie. Se van nuestros hijos, a los que con esfuerzo les hemos dado educación por medio de la Escuela y la Universidad Pública o Privada, que se capacitaron en los mejores foros educativos del Cono Sur. Esos foros a donde llegan estudiantes de otros países del continente para aprender y volver a sus lugares a prestar un servicio de mejor calidad para su gente.
Lo que nos pasa a los argentinos es que se van los que pueden arremangarse y producir para sí mismos o para otros. Se van los de voluntad inquebrantable. Los que aprendieron que si se levantan a las 6 de la mañana para laburar pueden llegar a tener algo digno en el futuro. Los que recibieron el mandato familiar de que para tener algo hay que esforzarse. Los que se apegan a la Cultura del Trabajo y no de la dádiva. Y ojo que la dádiva no solo es por los que menos tienen y reciben ayuda social. Nada de eso. Es fundamentalmente porque hay otros que disimulan sus décadas viviendo del pueblo repartiendo un poco para bajo, como si eso ocultara lo visiblemente evidente.
Se nos van los que eran la esperanza nacional, allá por inicio de siglo cuando arrasaba la debacle del 2001 y decíamos "de esto se sale en veinte años, más o menos". Y acá estamos, peor que entonces, con 18,7 millones de pobres y 4 millones de indigentes.
La cuestión de fondo es que en este escenario se van los que pueden hacer la diferencia. Lo triste es que la van a hacer, seguramente, lejos de sus afectos, lejos de su tierra, y a favor de otros pueblos.
Matías Frati – Director
ADNempresario.com
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17-12-2021 Osvaldo Bermain
Excelente, lo copio merece ser difundido
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13-12-2021 Adrian Lomello
Excelente Matías. Soy padre de 2 hijos emigrados. Tengo un sentimiento encontrado. Me duele el alma la distancia y el desencuentro. Me duele el alma como generación de adultos q no supimos generar las condiciones de un país para que disfruten y desarrollen nuestros hijos. Pero ellos están felices y no tienen ni tiempo para sentir resentimiento por su país, viven con el sano entusiasmo del trabajo que les permite construir su vida diaria sin dramas. Ojalá podamos cambiar!
Buen artículo, gracias Matías.
Adrian Lomello -
12-12-2021 Buono ciro Daniel
Leyendo este artículo, pareciera que de Argentina nunca se fue nadie y ahora se están yendo de a mile.
Ninguna de estas dos cosas son verdad, en todo tiempo hubo movimiento migratorio, a veces por problemas políticos, y otras económicos.
Si esto de ir y volver, o quizás nunca retornar, ocurrió antes, porqué no habría de ocurrir en la actualidad, con un mundo globalizado, y con una conectividad que le permite al que se va seguir en contacto con sus afectos.
Por eso califico esta nota como absurda o malintencionada. -
12-12-2021 Palumbo Jorge Luis
Excelente descripción y análisis. Soy marplatense, 63 años, y con mi esposa, decidimos no "esperar" más, nos vinimos en marzo pasado a vivir a Jijona (España).
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12-12-2021 Cánepa Norberto
Lo comparto. Excelente nota!
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