Por Matías FratiArgentina19 de Junio
Que florezcan mil flores
No es verdad que en las elecciones todos los que no piensan como el que gobierna deban unirse en su contra para vencerlo. ¿Y después, qué?
Puede resultar un pensamiento afín al que conduce transitoriamente los destinos del país, pero no lo es. Créame el lector que está lejos de eso.
La democracia requiere de muchas expresiones de pensamiento político o corrientes de pensamiento que puedan materializar en la práctica lo que teorizan en sus "laboratorios" ideológicos.
Esa diversidad de ideologías o expresiones políticas, encuadradas en un sistema de representación política como el nuestro, es absolutamente sano. Porque permite que haya muchas oportunidades para quienes tienen una raíz ideológica diversa.
Ergo, ¿son lo mismo un radical, un socialista, alguien que adhiere al liberalismo, otro que es del PRO y uno de la Coalición Cívica? Claramente no lo son. Como tampoco lo son un peronista de la vieja guardia con un kirchnerista, estos con alguien que proviene del partido comunista, un socialista, algún desarrollista y un massista. Pero todos ellos están dentro del mismo paraguas simplificador de las alianzas electorales que sirven a los que ejercen la cúpula del poder en los partidos políticos.
¿Entonces? Reforzando lo anterior, vale describir que la necesidad de unos por acceder al poder destronando a otros, y la voluntad de estos por mantenerse a como dé lugar, hace que las tácticas electorales construyan alianzas que, en la práctica, no sirven para gobernar en función de los intereses del país. Porque las formas de entender el Estado es totalmente distinta de unos a otros. Y bien demostrado que está.
Argentina tiene que propiciar la participación popular en los partidos políticos. Y popular es eso, que cualquiera que sienta que tiene algo para aportar y tenga afinidad con una fuerza pueda sumarse. Y que se abran los espacios de opinión trasversalmente para que las personas encuentren un ámbito de transformación social en la estructura política partidaria proyectada al interés general y colectivo.
Que florezcan mil flores no es un capricho discursivo. Es un concepto que emerge de la Revolución Cultural china que se produjo entre los años 1966 y 1976, también conocida como la Revolución Cultural Proletaria, impulsada por Mao Zedong, líder del partido comunista chino. Aquí, a diferencia de China -donde no hay hambruna como en aquellos años en el gigante asiático- el cambio cultural pasa por profundizar la diversidad de las ideas y no simplificar las herramientas de representación -los partidos-. Pasa por darles a los argentinos y las argentinas la posibilidad de progreso y desarrollo, sano y comprometido, con partidos políticos que estén al servicio del país.
Matías Frati - Director
ADNEmpresario
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