Hoy se habla de proliferación de impuestos, parece pensarse siempre desde el sector público en encontrar “terrenos baldíos” donde erigir los cimientos de los ingresos, sin tocar los gastos, pero a la vez poca difusión se le otorga a que cada impuesto en particular puede encerrar una injusticia.

Si, el impuesto analizado individualmente puede ser justo o injusto. Lamentablemente en Argentina, varios de los tributos más importantes se configuraron de manera tal –o fue por decisiones posteriores-, que en la actualidad perdieron su sentido, su objetivo e incluso su naturaleza.

¿Se hubiesen votado hoy en el Congreso, tal como lucen?

Veamos el hipotético caso de un proyecto de Ley que grave las ganancias de las personas humanas y empresas, la primera con un mínimo no imponible bajísimo, incluyendo al trabajador dependiente y la segunda aclarando que su intención será gravar los ingresos reales y los ficticios…

Un impuesto al patrimonio, con alícuotas altas, que no tenga en cuenta el pasivo, que agrave la alícuota si el bien está en el exterior, con mínimo no imponibles bajos para que impacte en la clase media baja para arriba. ¿Pasaría el examen del Congreso?.

Un impuesto al valor agregado que implique siempre trasladar a precio, pagando el consumidor sin importar su capacidad económica. Que las dos puntas del estrato social paguen lo mismo de IVA por una leche, tanto el magnate como el indigente.

¿Imaginan un Concejo Deliberante explicando que cobrarán una tasa sin servicio alguno en contraprestación, porque el Municipio es deficitario y hay que pagar a la planta de trabajadores?

¿Imaginan una Provincia legislando que se cobrará el monto del impuesto más lo que se pueda recaudar con los Agentes de Recaudación, dinero este que servirá como préstamo a tasa irrisoria y se devolverá sólo a un puñado de contribuyentes?.

Entonces ¿el problema es el sistema tributario o la hipocresía al hablar del mismo? Ambos.

Entiendo la difusión de la presión impositiva y la proliferación de tributos, de hecho la comparto, pero el devenir de los años ha hecho que incluso impuestos razonables y justos en su comienzo, hoy sean todo lo contrario, al punto tal que no pasarían ni el examen más rudimentario de un Congreso sin muchas luces.

Mucho echarán las culpas a la inflación, como si la responsabilidad de la misma no fuera estatal también. Y existen un sinfín de herramientas para incluir la pérdida del valor adquisitivo en la mecánica del impuesto, para que en definitiva siga gravando los montos e individuos que se pretendió incluir en la sanción de la ley.

En Argentina, el hartazgo viene de todos los puntos de vista. Cada tributo en sí injusto, en un “sistema” desorganizado y engorroso, aplicado a mansalva desde la clase trabajadora para arriba, desconociendo la propia responsabilidad en el remedio a la inflación, con un gasto público totalmente desmadrado y, mucho peor aún, sin signos políticos de intentar reducirlo.

No podemos dejar de mencionar el papel de la justicia. Si todo lo que expuse es cierto, todos los días deberíamos estar publicando sentencias a favor del contribuyente, porque litigios hay y muchos. Sin embargo, festejamos los fallos obvios, esos en los que “no había otra”, pero los grises caen siempre en las manos del Príncipe, o bien, duermen en cajones oxidados.  

Esta bola de nieve que es Argentina, en este punto y en tantos otros, ha tenido como única solución las constantes moratorias y blanqueos, evitando así las discusiones de fondo. La bola se sigue agrandando y no existe signo político que le ponga dos botones y una zanahoria.

Columnista Invitado - Emilio Sarmiento
Abogado Tributarista