Por Marcelo Capello y Agustín CugnoArgentina19 de Octubre
El FMI, un acuerdo clave y la sustentabilidad fiscal
Además de la sustentabilidad en las cuentas externas, a futuro Argentina necesita exhibir sustentabilidad fiscal; esto es, cumplir con los pagos de la deuda. Dado que los servicios a afrontar son cuantiosos, no se podrá hacerlo sólo con superávit fiscal, por lo que se requerirá refinanciar vencimientos con FMI y lograr volver a los mercados internacionales de crédito para hacer rollover de parte de los servicios de la deuda privada en moneda extranjera.
La sustentabilidad fiscal requiere que la relación entre deuda y PIB deje de subir. No sólo eso, dado que la Argentina parte de un nivel alto de endeudamiento, sería deseable que dicha relación baje persistentemente a futuro. Tal desafío requiere de un mix entre superávit primario, rollover de una alta porción de la deuda que vence y un tipo de cambio de equilibrio, que no sufra grandes variaciones en el tiempo.
Debería ser una estrategia creíble, que genere confianza y reduzca el riesgo país a niveles que hagan viable la vuelta a los mercados externos de deuda, y que dicha confianza ayude a la recuperación de la actividad económica, potenciando la tendencia descendente de la relación entre deuda pública y PIB.
Se desarrolla una simulación, bajo diversos supuestos: se logra un acuerdo con el FMI que traslada pagos de capital de la deuda al año 2026 y posteriores, con rollover completo de la deuda intrasector público y rollover del 90% de los servicios de la deuda con privados, a tasa decreciente, comenzando en 8,5%. Se asume, además, una variación anual del PIB del 3%.
Se considera que será difícil renunciar a la asistencia del BCRA al Tesoro en el corto plazo, y se asume transferencias de 1,2% del PIB en 2023 y del 1% en años subsiguientes, partiendo de 2,1% en 2021. En este escenario, se habrá de requerir un superávit primario de 0,7% del PIB en 2023, para transitar la “senda sustentable” en materia fiscal. Aquí se percibe una inconsistencia en el proyecto de presupuesto para 2022, que prevé un déficit primario de 3,3%, por lo que se requeriría un ajuste fiscal de 4,1 puntos del PIB en un solo año, para llegar al mencionado superávit de 0,7% en 2023.
Claramente se requiere un déficit fiscal mucho menor en 2022 que el previsto en el proyecto de presupuesto, de modo que el escalón de mejora en el resultado fiscal que se necesite en 2023 no resulte tan elevado. Dado que se trata de los dos últimos años del actual período de gobierno, para ordenar los incentivos de economía política podría colaborar en forma crucial un acuerdo con el FMI a comienzos de 2022, que evite los comportamientos fiscalmente oportunistas.
Columnistas invitados - Marcelo Capello y Agustín Cugno
editorialistas del IERAL – Fundación Mediterránea
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