EconomíaArgentina15 de Enero
De un rechazo cool a un error difícil de dimensionar

La posibilidad de que una empresa se instale frente a las costas de Mar del Plata para prospectar y explorar petróleo off shore está latente.
El Gobierno nacional autorizó dicha exploración, que es antesala de lo que en unos años más podría llegar a ser la explotación del recurso.
Sin embargo, un grupo de personas -marplatenses y no marplatenses- se expresaron en contra de esa actividad. También el intendente local, Guillermo Montenegro, puso reparos.
La justicia federal hizo lugar a un recurso de amparo que frenaría la continuidad de los avances establecidos por la decisión gubernamental.
Recordemos que la autoridad de aplicación descansaría en el Ministerio de Ambiente y no en la Secretaría de Energía. Esto fue objetado en el plano local por algunos concejales.
Montenegro dijo que antes de avalar dicha exploración petrolera pretendía tener la certeza de que no habría un daño para Mar del Plata ni para los marplatenses.
¿Daño? ¿A qué se refería? Tal vez a eventuales derrames como fruto de una actividad mal realizada. Pues eso es lo que se ha tratado de evitar en todo el mundo, con mucho éxito.
El último gran desastre ambiental en el Golfo de México fue por derrame de un barco petrolero y no de un pozo off shore.
A Mar del Plata entra todas las semanas un barco petrolero que abastece la red de YPF desde el puerto local. Afortunadamente nunca ocurrió ningún accidente de tamañas dimensiones. Nadie se queja de la entrada de ese barco a nuestra ciudad.
Con todo a la vista, el problema de fondo no parece ser ni ambiental ni jurídico sino político. Es ver qué opina la sociedad y salir a tratar de referenciarse en esa opinión.
En Río de Janeiro los pozos de Petrobras están frente a las costas. ¿Alguien podría decir que turismo y explotación petrolera off shore son incompatibles? Claro que no.
En Noruega convive la actividad junto a la pesca. ¿Podría alguien indicar que son polos opuestos? Obviamente, tampoco.
Acá, en Mar del Plata, el punto no son los pozos -que ni siquiera estarán a la vista sino a 307 kilómetros de distancia, don incluso cualquier incidente haría que la derivase llevara el petróleo para otro lado- sino el sentido de oportunidad.
La cantidad de puestos de trabajo indirecto que generaría el off shore, en astilleros, prestadores de servicios navales, almacenes y demás rubros, en caso de que éste sea su puerto de amarre, sería un cambio sustancial para la matriz productiva local.
Rechazarlo hoy parece cool. Dejarlo pasar, mañana, puede que sea un error difícil de dimensionar.
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