Buscando domar el potro bravío que significa la inflación, el Gobierno quiere bajar los ajustes mensuales de los precios acordados con las empresas al 3%.

Sin embargo, del otro lado están los que invierten para producir, que no aceptarían una morigeración de tales características. Es más, defienden el 4% con el que cerraron los tratos.

En medio de esta tensión entre el Ministerio de Economía y las cámaras empresariales está el dato que guardan bajo 7 llaves: la inflación de enero no bajó y, con suerte, sería como la de diciembre. Es decir, otra vez el 5%.

Pero a corto plazo hay otro factor que genera preocupación. ¿Cómo hará el ministro Sergio Massa para cumplir la meta del 60% de inflación con la que se presentó el presupuesto nacional para el 2023?

No hay que ser un adivino ni tampoco alguien graduado en las principales academias económicas globales para inferir que ese número es una "dato político" pero que no reviste ningún tipo de realidad. Ergo, que no se va a poder cumplir.

A menos que en los próximos meses la economía se enfríe de tal forma que el consumo se caiga abruptamente, las tasas de interés se eleven más todavía y el dólar paralelo deje de aumentar. Todas variables que tendrían que combinarse en pleno año electoral, campaña política vigente.