La fragilidad institucional de la Argentina se vio plasmada ayer, en el recinto de la Cámara Alta, cuando los senadores votaron el acuerdo con del FMI.

La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner estuvo ausente en el momento de la votación y algunos miembros del kirchnerismo votaron en contra de lo que mandara -como ley- el Presidente de la Nación y líder del partido justicialista, Alberto Fernández.

Antes, la semana pasada, escribí una columna donde intentaba dibujar un escenario posible a futuro: ¿Quieren que Alberto Fernández termine como Cobos o como De la Rúa?

Leer: ¿Quieren que Alberto Fernández termine como Cobos o como De la Rúa?

Recordemos ambos finales, al primero le construyeron una imagen de tibio y no apto para la gestión, al segundo lo aislaron de la gestión tras el "voto no positivo" en la Resolución 125 y lo tildaron de traidor para el resto del gobierno.

Lo que pasa ahora está en una lógica que podría terminar en algo parecido a cualquiera de las dos, una mezcla de ambas.

El kirchnerismo se despega del Presidente que ellos mismos ungieron. Intentan diferenciarse como si el primer mandatario estuviera al borde de algo pactado. Mientras desde el Gobierno se destacan las apariciones públicas de Alberto Fernández al borde de una pileta de aquagym con un grupo de mujeres en la práctica de la actividad. Y lo hacen lucir como desconectado de los problemas y las preocupaciones de millones de personas.

Es serio lo que sucede y debe entenderse así. La ausencia de Cristina Fernández de Kirchner a la hora de la votación más importante que tuvo desde que está al frente del Senado es una señal política enviada con agudeza. Y seguro habrá quien sepa decodificar dicho mensaje.