Los países del mundo a los que tantas personas miran y ponen como ejemplo de comparación contra el nuestro, han tomado ese camino. Los europeos -España, Francia, Inglaterra, Irlanda, Italia, por solo nombrar algunos- en el inicio de la segunda ola pusieron ambas actividades como dos caras de una misma moneda.

Y mientras decidieron que los chicos y adolescentes tenían que continuar con la educación y llamaron a clases presenciales, entendieron que había que cerrar la actividad comercial nocturna, donde se favorece la circulación del coronavirus, sin que les temblara el pulso para incluir en el cierre a bares, pubs, cervecerías y restaurantes. Todos espacios muy caros a la cultura europea.

En nuestro país hay que tomar decisiones de fondo. Y van a generar consecuencias para quienes resulten afectados. Pero esa es la función de quienes gobiernan, asumiendo el costo personal para lograr el bienestar general. El problema es que aquí se entiende a la política como un nicho de resguardo individual económico del que nadie quiere asumir el saldo de los platos rotos. Y gobernar, también es romper platos.