La Argentina discute temas del pasado. Viejos y vetustos. Y elige oponerse a lo nuevo como quien se opone a lo desconocido, sin saber cuáles serán sus alcances.

En Tucumán, asambleístas y pueblos originarios marchan y reclaman ante la actividad industrial de las mineras. Ocurre después de que el Gobierno oficializara su intención de encontrar consenso social para profundizar la minería.

Esta semana, asambleas locales y comunidades de pueblos originarios realizarán la Cumbre del Agua para los Pueblos. En ese espacio van a ratificar el rechazo a la actividad y advertir sobre "las consecuencias del extractivismo" (sic).

En Mar del Plata se espera por conocer qué resolverá la justicia federal sobre la exploración offshore de petróleo.

Desde que el intendente Guillermo Montenegro y las entidades ambientalistas como Greenpeace pusieron el grito en el cielo por la actividad de las empresas en los proyectos costa afuera impulsados por el Estado nacional, todo es dudas al respecto de su concreción.

Se vuelve para atrás siempre.

La cuestión de las mineras en el norte argentino hace recordar mucho a la discusión por las pasteras durante el Gobierno de Néstor Kirchner. No se radicaron en Gualeguaychú y lo hicieron en Fray Bentos.

La de las empresas que harán la explotación petrolera y gasífera costa afuera se parece mucho a aquello. Porque ni Quequén ni Bahía Blanca podrían ser puerto base si la justicia federal falla en contra. Pero Uruguay las espera con los brazos abiertos.

Cada día que pasa es más difícil pensar en una Argentina que se ponga de pie y camine hacia el futuro. Al contrario, todos los temas son con base en el pasado. Pero las discusiones que se dan están atadas a permanecer en el retroceso constante.

Una lástima porque recursos naturales hay. Capacidad intelectual menos que antes, pero aun algo queda. De lo que no sobra es dirigentes lúcidos con visión de futuro.

Matías Frati – Director
ADNempresario