Desde una fuente calificada del Ministerio de Economía indicaron que “No está el apoyo pleno de la comunidad internacional. Cada gobierno decidirá cuándo expresarse”. Es decir, todavía no hay nada para mostrar.

Será por eso que los gobernadores que responden al arco opositor declinaron de participar en la convocatoria que está planteada para mañana, miércoles, donde el titular de Hacienda, Martín Guzmán, intentará dar el cuadro de situación vernáculo para los jefes provinciales.

La oposición mira con desconfianza cada movimiento que surge desde la Casa Rosada. Y no es para menos: hace pocos días, el propio Presidente Alberto Fernández se fotografió con Gerardo Morales -el más emblemático de los gobernadores radicales- y desde ese mismo escenario criticó a Horacio Rodríguez Larreta, uno de los principales líderes del PRO.

En la oposición le hicieron saber al Gobierno que ese tipo de cosas "no se hacen". Y mucho menos cuando se intentan construir puentes de acuerdo en la fragilidad de la relación entre unos y otros.

Panorama complejo

Despejadas las cuestiones políticas aparece lo que suena algo más objetivo y concreto. Las señales que recibe el equipo de negociadores argentinos en Washington no son las mejores. Y tampoco las de los consultores locales con lazos de comunicación allí.

Respecto de los primeros, los negociadores nacionales saben que el bureau del FMI está especialmente atento a qué pueda resultar del acuerdo con la Argentina.

Les han hecho saber que los socios más importantes -Estados Unidos, por caso- no tienen una posición definida sobre como respaldar el compromiso.

Y, para colmo de males, en el horizonte hay un volumen de deuda a vencer en el corto plazo por 20.000 millones de dólares. Sin acuerdo, es casi imposible poder refinanciar ese paquete.

¿Por qué? La credibilidad internacional pesa como espada de Damocles sobre la Argentina, y las tasas de interés se ubican arriba del 20% en dólares, calculando los 17 puntos básicos que otorgan en riesgo país y el margen de rentabilidad financiera del posible acreedor. Pero, encima, hoy tampoco hay un eventual "presta".

En cuanto a los segundos, hay que explicar que los analistas locales con vinculaciones con colegas suyos allí, en el centro operativo de finanzas global, dicen no tener noticias de que el acuerdo entre el FMI y la Argentina esté cercano.

Sería algo así como "acá nadie habla de eso. No es tema", algo que se les escucha comentar a quienes, por intermedio de otras personas, cuentan que les indican desde Washington.

La foto es necesaria

Como si se tratase de la historia sobre quién nació primero, si el huevo o la gallina, el caso es que todos se preguntan si una foto de unidad (o consenso) ayudaría como mensaje cifrado hacia los operadores del mercado.

La respuesta es vaga. Nadie lo sabe. Aunque tal vez sí pueda favorecer a la decisión de los gobiernos que deben respaldar a través de sus dirigentes. Tan solo como una cuestión de fe entre feligreses de la misma fe. Ergo, la señal política podría funcionar para parroquianos políticos.

En este mar de incertidumbres navega la chance imprescindible de un acuerdo con el FMI. Imprescindible porque no pagar implicaría el restricciones del acceso al crédito internacional para las empresas -ya no para el Estado, que hoy en día no goza de ese crédito- y el endurecimiento vía encarecimiento de las condiciones. Además de un repliegue de las inversiones en el país, toda vez que las empresas multinacionales tienen la necesidad de estudiar con pericia a donde colocan cada moneda que sale de sus casas matrices.

Todo lo demás que se oye, que el FMI acepta incorporar acuerdos de precios para contener la inflación, que las reservas, que los impuestos, etc., es secundario frente a lo que realmente le importa al FMI: que se pacte algo real, cumplible, se demuestre cómo se hará para pagar y, finalmente, se cumpla con lo expresado. Parece algo razonable, pero a la vista de los incumplimientos pasados todo se pone en el terreno fangoso de la incertidumbre.