Empezó con Paula Español en la Secretaría de Comercio Interior, con la publicación del precio final en el envase de los productos. A modo de referencia de lo que debieran valer fuera de los supermercados, en los almacenes. Porque en los supermercados estaba claro que se iba a aplicar lo que la etiqueta marcaba.

Ahora sigue con Roberto Feletti en el lugar de Español pero de una manera más agresiva: con un operativo de inspectores ciudadanos, miembros de la CGT y la militancia oficialista, que tendrán la facultad delegada del Gobierno para controlar lo que cobran los comercios cada producto de la lista.

Los españoles tienen una frase que los identifica, cuando quieren señalar que van por todo: "a por ellos". En este caso, el Gobierno lo está ejecutando. Ha emplazado a las empresas productoras de alimentos a vender sus productos a un precio establecido unilateralmente.

¿Está bien o mal? Una parte de la biblioteca dice que está mal, porque el control de precios nunca dio resultados. Es más, ni en la década del setenta ni en los ochenta pudo resolver el problema inflacionario del país. La otra parte, que no es tan de biblioteca sino más bien de la práctica cotidiana, resalta que la inflación es insoportable, que los alimentos aumentan de manera desconsiderada y que la gente no resiste más. Las dos partes tienen razón.

La solución está lejos. En este contexto de alta emisión monetaria pero, sobre todo, con bajos niveles de inversión real y exportaciones condicionadas a la liquidación a un precio descalzado entre el dólar que se paga al que vende al exterior contra el precio del dólar que ese mismo sujeto aspira a comprar y deriva en el mercado informal, es imposible converger el expectativas y en realidad.

Habrá que pensar en un gran acuerdo económico, social y político que permita a la Argentina trazar algunas políticas públicas que no se toquen. Que todos los actores respeten. Y que permitan dar certezas y reconstruir confianza. De otra manera, será muy difícil salir del laberinto en el que estamos perdidos. Porque si no es así, el precio de la etiqueta del producto seguirá siendo cada vez mayor y, lo que es peor, perderá efecto.

Por Matías Frati -
Director de ADNempresario