Algunos pueden decir que fue con la farandulización de la política en los años noventa, y que desde entonces todo se fue degradando. Como la entropía.

Otros dirán que es la nueva forma de hacer política. Que sin esos mecanismos no se ganan elecciones y si no se ganan las elecciones no se puede gobernar. Que los jóvenes buscan eso en lugar del modelo antiguo de la foto del dirigente leyendo un libro o con un casco de obrero en una industria cualquiera de nuestro país.

Para mí nada de eso es así. Eso es sinónimo de poner el carro delante del caballo. ¿Cómo es esto? Veamos.

La vida por un “me gusta”

Un gobernante tiene que ser un estadista. En todo y el más amplio sentido de la palabra. Lamentablemente son muy pocos los que saben de cómo administrar la cosa pública con justicia, equidad y honradez. De cómo aplicar aquella frase del Papa Francisco cuando dijo “el servicio es poder”.

A mí, en particular, no me atraen ni me interesan esos políticos que buscan impacto con sus declaraciones, tratan de brindar el título del día de mañana o pelean en cuestiones estériles para la sociedad. Son pan para hoy y hambre para mañana. Incluso para nosotros, los periodistas. Porque mañana “dejan de rendir” en términos de audiencias que se cansan de sus mensajes vacíos.

Prefiero, mil veces, a un gobernante silencioso. Que habla en los momentos indicados y le da valor a la palabra. Que pone el rol por encima de su personalismo. Que busca con sus actos de gobierno ser cercano a las necesidades de la gente. Que persigue el interés colectivo por sobre el bien personal. ¿Conocen alguno? Yo pocos, de verdad.

Actualmente asistimos a la era de la mediatización y la inmediatez. Donde lo que importa es lo que aparece en los medios y de manera veloz. Ergo, mucho más importante es si se logran miles de "likes" en las redes sociales.

Asistimos a la era de la mediatización y la inmediatez.

Tristemente hemos caído en eso. La Argentina se ha vuelvo un país donde lo importante es lo menos importante de todo y lo fundamental queda solapado por las imágenes con filtros. Donde la palabra vale menos que un retuit.

Cuánto se extrañan aquellos dirigentes que propiciaban debates de ideas, basados en contenidos doctrinarios de su propio pensamiento o de tendencias o corrientes mundiales de ideología global. Porque, en definitiva, podías estar o no de acuerdo pero sabías para que lado iban.

Que de izquierdas y derechas el mundo ha asistido a su funeral es una mentira de cabo a rabo. Todo está ahí muy vivito y coleando. El problema es que no lo exhiben para no parecer demodé, abonando la tesis del postmodernismo.

Y como resultado, la política actual hace que lo que hoy es una posición mañana lo opuesto ocupe ese lugar, porque "garpa" mejor en las redes.

La gente tiene la solución

Si los que usan sus teléfonos para seguir a tal o cual personaje empiezan a dejar de hacerlo, podrían producir un cambio. No hay peor cosa para un pretendido líder que mirar a la mañana la lista de seguidores y notar que hay menos que el día de ayer. Eso pone las cosas en su lugar.

Para resolver este dilema hacen falta, por lo menos, dos acciones que están en manos de cada uno de nosotros:

   1 dejar de seguir a fantoches que se creen importantes porque dicen disparates inusitados, y

   2 pedir a los emergentes políticos que nos van a representar que hablen del contenido de lo que piensan y pretenden hacer desde el poder.

Son cosas muy básicas pero, les aseguro, no cualquiera estaría en condiciones de superar el desafío.

Matías Frati – Director
ADNEmpresario