Que la gente está preocupada por la situación epidemiológica es inobjetable. Más allá de que muchos sectores hayan decidido reabrir -aun sin autorización- los habituales clientes no se vuelcan como antes. El miedo por contagiarse está presente.

En los gimnasios de la ciudad pasa algo de esto. Las puertas se abrieron. Los propietarios han dispuesto distintos protocolos para que las personas puedan entrenar. Pero quienes han ido a un gimnasio y consultan hoy por volverlo a hacer se encuentran con dos situaciones que los frenan: que varias cosas no se pueden ejecutar, entre ellas cintas y bicicletas fijas, y que las cuotas están un 50% más caras que antes de la cuarentena.

Sin embargo, muchos apuestan a que esa situación se vaya modificando y que la gente se adapte a lo que será la nueva metodología de entrenar. De hecho, ya hay personas que están haciéndolo y el "boca a boca" es un efecto contagio que puede ayudar a que otros se animen.

La situación es crítica para el sector. Ya cerraron varios establecimientos de forma definitiva. Pero estamos en octubre, mes en el cual las personas consultan para retomar los entrenamientos previos a la temporada de verano, y ese es el estímulo que esperan que coadyuve la actividad a partir de las próximas semanas.

Alquileres atrasados, pagos de servicios no cumplidos y hasta renegociación de cantidad de horas laborales con los "profes" son algunos de los puntos a solucionar en la actividad. Con confianza, esperan que no solo pase el coronavirus, también que sus habituales clientes retomen la confianza y que les quede dinero para pagar un servicio que para algunos se distancia de sus posibilidades económicas.